Cuenta regresiva: el momento precioso que nos estamos perdiendo

El proceso constituyente chileno, plantea la autora de este texto, inauguró un ciclo de “escucha activa” que, si se profundiza, resultará fértil y duradero. Por eso, la propuesta de nueva Constitución asoma como un punto de partida razonable para los cambios necesarios. “Somos un país de bautizos españoles e indígenas que busca reimaginar un futuro posible entre tanta incertidumbre, un porvenir del que nos sintamos parte”, escribe.

Por Julia Navarro Pino (*)

“Nosotras y nosotros, el pueblo de Chile, conformado por diversas naciones, nos otorgamos libremente esta Constitución, acordada en un proceso participativo, paritario y democrático”.

—Propuesta de nueva Constitución chilena

La propuesta de nueva Constitución ha despertado un debate inusual para nuestra creciente democracia. Hace menos de tres años, a lo largo de todo el país, ciudadanos y ciudadanas, tanto chilenos como extranjeros radicados en el país, se alzaron ante uno de los gobiernos más enjuiciados de estos últimos 30 años. Sebastián Piñera desaprovechó —o aprovechó, dependiendo de dónde se quiera ubicar el lector— un segundo período en La Moneda en beneficio de unos pocos. Esta desigualdad evidenció entonces una estrategia de oprobio en la que se incentivó una brecha económica y social pocas veces vista a nivel mundial. Una minoría se vio claramente beneficiada a costa de un modelo obsceno que, a su vez, luego se estimularía con una pandemia sanitaria.

Gracias por leer Artefacto. Suscríbete al nuevo canal en Telegram y recibe todo nuestro contenido directamente en tu dispositivo.

Lo que vino después es historia reciente. Comenzamos un proceso de discusión —en buena hora— y debate político. Las tareas del Estado, nuestros derechos y deberes, la identidad e identidades, la distribución administrativa de nuestra orgánica y el reconocimiento de personas y entes nunca antes considerados ahora formaban parte de la conversación cotidiana, algo insólito para un país que demoró tres décadas en sanar heridas todavía abiertas. Generamos encuentros intergeneracionales en los que se reunieron las opiniones de nuestros abuelos y abuelas, a quienes se les prohibió hablar de política y religión en la mesa. Junto a ellos, nuestros padres, tíos y tías se atrevieron, por primera vez en algunos casos, a diferir y/o mostrar sus propias apreciaciones. Acostumbrados a los discursos del orden, ya no parafrasean ni reproducen ideas ajenas. Y, en contraste, hijos e hijas, nietos y nietas inclusive, bisnietas y bisnietos en otros casos, se tomaron la palabra con propiedad en sobremesas que en varias familias eran totalmente inéditas para nuestra democracia todavía en pañales.

Es egoísta y adolece de capacidad argumentativa pensar que la discusión constitucional “es producto de unos pocos” o que la propuesta de nueva Constitución es un texto que “nuevamente está escrito por una minoría”, cuando justamente ha sido fruto de un proceso participativo y democrático del que todas y todos formamos parte como votantes: como candidatas y candidatos, electas y electos o no, y como contemporáneos de la Convención, una instancia que cumplió cada una de sus metas y que desechó cada una de las propuestas “polémicas” o inconclusas.


También podría interesarte. | Propuesta de Constitución chilena: claves para formarse una opinión


Puede gustarnos o no el resultado. A mi juicio, este asunto ha ocupado bastante espacio y tiempo, cuando probablemente es poco trascendental mientras nos renfoquemos en el propósito inicial del proceso: dejar en el pasado la actual Constitución. Concebida como una trampa democrática, ideada y escrita por una elite en un contexto de dictadura, corresponde a un texto anacrónico e injusto. Cada país tiene sus procesos y tiempos, indudablemente. Lo que nos ha logrado convocar en unidad y mayoría ha sido la capacidad de reunirnos en torno a un propósito conjunto, el de oxigenar nuestro ciclo democrático no es desmedro de algunos y algunas, sino en beneficio de todas y todos. Hemos realizado un proceso participativo destacado por las principales democracias modernas. Paritario.

Entregar garantías, leía hace poco, no es una cuestión de un día para otro, por lo demás. “El lenguaje de los derechos”, dice la profesora de Derecho Constitucional Verónica Undurraga Valdés, no puede ser una disputa perentoria. La administración de las frustraciones y las expectativas de las y los marginados es la parte crucial del debate.


También podría interesarte. | Nueva Constitución en Chile: hagan sus apuestas


Lo que esta nueva Constitución pretende, por tanto, es justamente identificar. “Artículo 8: Las personas y los pueblos son interdependientes con la naturaleza y forman con ella un conjunto inseparable. El Estado reconoce y promueve el buen vivir como una relación de equilibrio armónico entre las personas, la naturaleza y la organización de la sociedad”. Es una Constitución que nos sitúa a todas y todos como personas de derecho, sin cerrojos, con capacidad de desarrollo. Gabriela Mistral: “Es necesario decir a los que ven un Chile largo y en color gris, como las anguilas, que tenemos varias pintaduras solares, especie de triángulos rojos en una verdadera anaconda de territorio, que son pura calidez”. Somos un país de democracia joven que debe seguir creciendo.

Esta Constitución nos asegura una escucha activa, desde la infancia hasta la jubilación digna. Promueve nuestra seguridad y nos entrega dignidad básica: participación sin discriminación, derecho a la vivienda, derecho al agua y a nuestros recursos naturales, derechos de identidad cultural y ancestral, derecho a la educación. Se trata de ideas que, en primer y último término, nos dan respiro para continuar y crecer en igualdad de condiciones, donde no importe tanto nuestro apellido, lugar de nacimiento y/o billetera, a menos que sea para reconocer nuestras herencias sociales y culturales, donde importe la igualdad de género, se reconozcan los valores de cuidado y nuestra capacidad de ingresos y de ahorro sea prioridad.

Una de las consignas más frecuentes durante el estallido social de 2019 fue la necesidad de una nueva Constitución para Chile. | Pedro Ugarte / AFP

Es importante que no nos perdamos el precioso momento que estamos viviendo. Retomemos la conversación: compartamos nuestros intereses y expectativas. Liberemos nuestras ideas en conjunto, lleguemos a acuerdos y celebremos convenciones inauditas como nunca antes en la historia de nuestras sobremesas. Cambiemos entre todos y todas sin dejar a nadie de lado. Esta capacidad es crucial solo si mantenemos los ojos abiertos y los oídos atentos, si logramos una capacidad de habla y, sobre todo, de escucha activa. Seamos capaces de “trotar al lado de los que caminan con hallazgo y fervor”, como escribió Gabriela Mistral.

Si logramos lo anterior —pero no aseguro resultados—podremos bajar ansiedades y con certeza nos daremos la oportunidad de confiar, como nunca o pocas veces en nuestra vida, en un proceso que, si bien da miedo y genera vacilaciones, en ningún caso busca perjudicar, sino más bien asegurar un presente de buena convivencia con nuestras divergencias, no con afán homogeneizador.


También podría interesarte. | La episteme de la Convención Constituyente


Somos un país de bautizos españoles e indígenas que busca reimaginar un futuro posible entre tanta incertidumbre, un porvenir del que nos sintamos parte, integradas e integrados. Buscamos formar parte de un conjunto que, en el mejor de los casos, no pretende absorberlo todo como un monstruo totalitario. Por el contrario, nos invita a ser parte de un colectivo que valora nuestras identidades y diferencias como una ventaja de este sistema variable y cambiante, donde nuestra particularidad y colorimetría no será pasada a llevar.

Escribo esto con esperanza, aunque espero que no sea demasiado tarde. La cuenta regresiva está en marcha. Hemos desgastado recursos y tiempo en desmentir la campaña desesperada de un sector que, en apariencia y fondo, solo pretende proteger sus privilegios. De lo contrario, su enfoque sería diferente. Ya no se ha sincerado el debate, pero celebro la capacidad de aprovechar este hermoso momento que estamos viviendo.


También podría interesarte. | Chile: hacia un nuevo significante


Espero que este espíritu sobreviva al plebiscito de salida, no a costa de un nuevo proceso constitucional, sino como resultado de un nuevo aliento social, comunitario, estudiantil, laboral y familiar. Que la nueva Constitución sea parte de nuestras conversaciones cotidianas, pero ahora para conocerla, estudiarla, digerirla y mejorarla; hacer de este texto carne viva de nuestro día a día, pensándolo como eje de nuestra esperanza y quehacer. Hagámosla propia, hagámosla nuestra, seamos las lazarillas y lazarillos de nuestro porvenir. A aprobar una nueva Constitución, porque otro camino, uno que no nos remonte al pasado y nos divida, es posible.

(*) Licenciada en Lengua y Literatura (UAH) y editora.

Deja un comentario

Descubre más desde Artefacto

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo