Por Daniel Galaz Collante (*) | Foto principal: Visuals vía Unsplash
En enero de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la epidemia de covid-19 como una emergencia en salud pública de alta preocupación. Poco después, el 11 de marzo, la epidemia se convirtió en una pandemia al extenderse a una velocidad inimaginable por todos los continentes del mundo. Ante esta situación, las medidas de los distintos gobiernos no se hicieron esperar y, pese a sus buenas intenciones, no han estado exentas de críticas, dudas y cuestionamientos en el campo de la bioética, sobre todo aquellas decisiones que han transgredido los derechos humanos y/o restringido las libertades individuales de las personas.
En Chile, la gestión de esta crisis sanitaria —conducida principalmente por el Ministerio de Salud— tampoco se ha librado de las polémicas, ya que una de las medidas adoptadas conlleva la implementación de extensas cuarentenas y toques de queda. Lo anterior ha traído consigo problemas logísticos y económicos para las personas, principalmente para las clases media y pobre, es decir, para los sectores más vulnerables del país, quienes, por ejemplo, viven del trabajo informal y/o callejero, y en consecuencia suelen carecer de protección social.
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Por lo anterior, es de suma importancia afrontar y analizar el fenómeno de la pandemia como un problema que no solo compete a los profesionales de la medicina y de la salud pública, sino más bien como un hecho que trasciende a lo social, conectado directamente con otros ámbitos del saber: la política, el derecho, la economía, la sociología, la psicología, la ecología y la filosofía, entre otros. Solo así podemos pensar críticamente sobre la manera en que el biopoder —el control estatal sobre la vida y los cuerpos, en su definición foucaultiana original— define y organiza nuestra realidad política/biológica, al mismo tiempo que nos permite llevar a cabo una reflexión profunda del contexto.
En Vida precaria: el poder del duelo y la violencia (2004), la filósofa judeoestadounidense Judith Butler reflexionó sobre la diferencia entre los conceptos de precaridad (precarity) y precariedad (precariousness). Según la autora, el primero de ellos alude a que todos los seres humanos compartimos la fragilidad de nuestras vidas, es decir, sufrimos una precaridad no solo porque seamos vulnerables y mortales, sino porque, además, dependemos de otros para sobrevivir, compartimos el hecho de que todos somos seres biológicos y sociales. A modo de ejemplo, está el caso de un niño pequeño e indefenso, quien sin la ayuda de un adulto responsable que le entregue cuidado y alimento simplemente no sobreviviría.

Sobre el concepto de precariedad, la filósofa señala que hay ciertas necesidades —económicas, políticas y sociales— que deben ser cubiertas para subsistir. No obstante, lamentablemente hay personas que no consiguen satisfacerlas y, en consecuencia, viven en un permanente estado de precariedad. En relación a esto, un estudio reciente del Banco Central reveló que más de dos millones de chilenos de clase media cayeron en la vulnerabilidad a causa de la pandemia. A la precaridad se suma una precariedad que no es natural, sino dada por el orden económico.
La distinción de Butler nos invita repensar cómo el capitalismo neoliberal nos ha impulsado a llevar un vida egoísta e individualista, más aún cuando esta precariedad se distribuye de manera inequitativa, según el modo de vida, la orientación sexual, el color de la piel y/o la clase social de las personas. Sin embargo, esta crisis también ha traído consigo actos de interdependencia y por tanto de resistencia al personalismo, como la instalación de ollas comunes, la ayuda entre vecinos y la reinvención de pequeños negocios familiares, demostrando la importancia de las redes de apoyo y la participación comunitaria.

(*) Licenciado en Ciencia Política (PUC) y Diplomado en Política Comercial (UCh).
La reflexion aunque tardia, nunca esta demas.
La misma se ha puesto en miles, sino millones de personas que tratan de enetnder el por que y como de las cosas, y es que la naturaleza del ser ya lo ha puesto en inumerables veces en la historia de la humanidad en posiciones similares, la polarizacion, la pasada a llevar de derechos humanos, la restriccion de libertades civiles y economicas, etc, y es que de la historia ya opinaban los griegos (la anakyklosis), y su forma ciclica de ver y analizar los acontecimientos, pasados, presentes y por tanto futuros de la humanidad, al final el producto sera siempre el mismo, ya que los factores estan lejos de cambiar, tuvimos una buena parte del mundo polarizada (guerra fria) que nos demostro que la idea de comunidad utopica es: derechamente utopica. aun contando con toda la tecnologia, herramientas e “intelecto” seguimos recurriendo al la fuerza como metodo de control, como metodo de solucion, es decir la misma normalizacion que tanto planteaba Foucault, se ve transgredida por el uso irremediable de la fuerza…la cual no solo se ha incorporado en todos los ordenamientos juridicos del mundo, sino que ademas goza de cierta legimizacion por parte de la poblacion. es decir aun cuando la gente se sienta mal, violada, y al borde del colapso, de cierta forma entiende que de aplicar dicha ecuacion (Hans Kelsen) estaria cometiendo algo que en su eventualidad podria ser sancionado mediante la fuerza (orden coactivo)
por tanto, y entendiendo que el objetivo del presente articulo debe hacerme pensar, lo unico que consigo es imaginar una idea de nuevo ordenamiento juridico mundial que nos proporcione herramientas para enfrentar un “colapso mundial” , lo cual, de frente, te digo que no es posible, ya que dicha plenitud se viene buscando desde que el mundo se organizo.
el individualizmo, debiste haberlo llamado autotutela. ese es el problema, que aunque podemos vivir en sociedad, a la hora de tener hambre, y ante la imposibilidad de que el estado (en el caso de chile) te proporcione la ayuda necesaria, es evidente y necesario que el sujeto recurra a metodos de supervivencia basicas.
y como es una opinion, no estoy obligado a sacar ninguna conclusion.
Saludos Colega