Por Antonia Espoz Jerez (*)
Desde que somos pequeños nos enseñan que el amor perfecto es el más parecido al amor romántico. La mayoría de nosotros comenzamos entendiendo el amor por clásicos de Disney o de telenovelas basadas en la caballerosidad del macho y la fragilidad de la hembra. La femineidad contra la masculinidad brutal. La pasión rompía barreras y el amor todo lo podía, incluso esperar toda la vida hasta que tu príncipe azul te viniera a salvar.
Pero cuando niños no nos preguntábamos por qué siempre era la princesa apolínea la que tenía que ser “rescatada” por un príncipe precioso y adinerado, quien llegaba a salvarle la vida en su corcel blanco. ¿Por qué nunca era al revés? Nos adoctrinaron, además, en la nula noción de la diversidad sexual y étnica. Todos los personajes principales eran heterosexuales, monógamos, de piel clara y estereotipados a la perfección. Si no lo eran, se trataba de una maldición, como en “La bella y la bestia” o en “El jorobado de Notredame”, o incluso la pérdida de algo tan importante como la voz (“La sirenita”) por ese hombre que miraba desde el mar y se desconocía.
Por otra parte, en todas estas fantasías la mujer debía ser casta y pura para que su verdadero amor la desvirgara, aunque esto jamás se nos mostró. Rapunzel no podía salir a perrear a las fiestas para conocer a alguien, y la Cenicienta tenía vetadas las citas mediante Tinder.
Entonces, como una reconstrucción del amor romántico, llegó una serie esperanzadora, que nos hizo creer en el amor del bueno e incluyó drama, risas y mucho suspenso. “Jane, the virgin” —basada en el culebrón venezolano “Juana, la virgen” y estrenada el 13 de octubre de 2014 por The CW— nos recuerda las telenovelas antiguas, donde el amor es omnipotente y donde existe el príncipe azul, o más de uno, pero no todo es perfecto ni lejano a la realidad.
La serie es protagonizada por Gina Rodríguez (Globo de Oro de 2014 a mejor actriz) como Jane Gloriana Villanueva, una joven latina, trabajadora y religiosa que queda embarazada por error, puesto que nunca ha mantenido relaciones sexuales con un macho (OMG!).
La trama arranca cuando Jane está en su chequeo ginecológico anual, acompañada por su madre y mejor amiga, Xiomara. En otra consulta se encuentra Petra Solano (Yael Grobglas), esposa de un empresario multimillonario con el que desea ferozmente comenzar un período gestacional. Ninguna de las dos cuenta con que la doctora Luisa Alver, hermana de Rafael Solano, intercambiaría un papanicolaou por un puñado de espermios rabiosos dentro del útero de Villanueva. Al enterarse, Jane duda de su estado de preñez, pero la culpa de su religiosidad le impide cualquier acto irreversible.
La flor y la deconstrucción del amor romántico
Una de las escenas más llamativas ocurre cuando la abuela de la protagonista, Alba Villanueva, compara la virginidad con una flor que al momento de apretarse jamás volverá a ser la misma. Entonces vemos cómo el temor se apodera de una mujer por no poder vivir su vida sexual con su querido y gran amor Michael Cordedo (Brett Dier), quien por cierto es su “media naranja”. “El amor todo lo puede”; “aferrémonos a una persona porque creemos que es la correcta”; “encontrémonos con nuestra otra mitad”. Como si estuviéramos incompletos, como si no pudiéramos existir sin una pareja. Gracias, queridos filósofos griegos. El resultado es que Jane cuestiona todas sus creencias sobre la virginidad y el aborto. Y tú, ¿qué harías en su lugar? ¿La juzgarías por tomar una decisión que tú no?

Romanticismo en el siglo XXI
El amor romántico al que hago referencia es la herencia del amor burgués y victoriano. “Se consolida en la dependencia entre hombres y mujeres”, sostiene la académica Alicia Pascual, “encontrando justificación en esa supuesta necesidad de complementación psicológica entre estos”.
Hace no muchos años era una locura dudar del concepto de amor romántico, ese donde no existe mayor cabida para la libertad y en virtud del cual cada segundo, minuto y hora del día debemos respirar y vivir amor. La pareja es sacada de un cuento de hadas o, como decía al principio, de una mismísima película de Disney. Sin embargo, de a poco nos hemos dado cuenta de que la mentalidad de la sociedad ha cambiado. Se han desarrollado nuevos desafíos en las relaciones interpersonales. Ya no intentamos ser estrategas de relaciones humanas, sino que jugamos a lo real. De paso, se ha producido una deconstrucción de la heterosexualidad como único paradigma y del mito monógamo, como sugiere Humberto Maturana, lo que ha abierto la mente a los diferentes tratamientos del amor. No estábamos locos, estábamos adiestrados.
El hecho de que nos guste el romance no significa que debamos vivirlo como nos enseñaron, sino que, como plantea en su charla TED de 2018 la experta en políticas de género Susana Ginesta, necesitamos reprogramar nuestra concepción del amor romántico para que así no sintamos culpa de que no se parezca a una utopía.
Retozando en el sarcasmo y satirizando el género de la telenovela, “Jane, the virgin” aborda temas como la coparentalidad, los roles de género dentro de una sociedad machista, la inclusión LGTBIQ+, el catolicismo del siglo XXI y la adopción y el amor en la vejez, además de mostrar la realidad de una familia latinoamericana inmigrante en los Estados Unidos y todo lo que esto conlleva.
La serie se caracteriza por jugar con la emoción del telespectador. Empatizas con los personajes más siniestros y llegas a odiar a los que alguna vez amaste. Los giros en el guion —el propio narrador confiesa su perplejidad e ignorancia en algunas escenas— generan una especie de shock telenovelesco. Conjuntamente, es un producto versátil que abarca muchos géneros, incluyendo drama, suspenso, intriga, romance y hasta minimusicales.
Con el sello de los creadores de “Gilmore girls” y “Ugly Betty”, y con una apasionante quinta temporada, la invitación es a no perderse esta grandiosa serie que no deja a nadie indiferente, sin olvidar nunca que, como dice la frase atribuida a García Márquez y musicalizada por Ismael Serrano, “el amor es eterno mientras dura”.

(*) Licenciada en Educación y Profesora de Biología y Ciencias Naturales (UMCE) y Diplomada en Psicología Educacional (UCh). Se declara una combatiente en la lucha contra el analfabetismo científico–humanista–artístico, el maltrato animal y los políticos nefastos, además de una entusiasta defensora de la diversidad de género, el amor y la empatía. En sus palabras, Netflix la salvó de un “inminente suicidio mental”.