De apologeta de la dictadura cívico-militar a socialdemócrata entusiasta, el candidato presidencial Joaquín Lavín ha sido, además, un reconocido Chicago Boy, el autoproclamado paladín en la causa de “los problemas reales de la gente” y hasta un bacheletista-aliancista único en su especie. Entre tanta reinvención, la historia de su financiamiento a menudo pasa a segundo plano. Aquí, un recuento de las acusaciones por boletas falsas que en 2015 rodearon a la empresa de una exasesora, libre de sanción porque “la responsabilidad penal se encontraba extinguida”, así como de la denuncia que alguna vez formuló en su contra su propio yerno por supuesto ocultamiento de información en los gastos de la campaña senatorial de 2009.