El estallido, mil días después: historia de una fotografía

A tres años del estallido social chileno, pedimos a un fotógrafo independiente que eligiera una imagen de su cobertura durante las protestas de 2019 y narrara el contexto que la originó. La instantánea, captada en plena Plaza de la Dignidad, es elocuente respecto al ambiente de efervescencia y esperanza que se vivía entonces. Aquí el relato.

Por Sebastián Núñez Uval (*)

Es octubre de 2019 y Chile se enciende debido al arrastre de una avalancha de cargas, declaraciones y situaciones contra la mayoría de la población chilena. La desconexión de las autoridades, de los medios de comunicación y del Congreso, además de la represión desmedida, termina por hacer explotar una olla a presión. La rabia es el motor de movilización bajo distintas manifestaciones. En pleno corazón de la Plaza de la Dignidad, mientras se deja caer el atardecer de octubre, el cielo se tiñe con un manto oscuro de humo y se presta para cubrir un sentimiento de disconformidad colectivo, no resuelto. Parecía el inicio de una extraña película apocalíptica amenazando con un final indescifrable, ya que los encargados de resolverlo no daban luces ni terminaban por explicarse.

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Sin embargo, la empatía de las personas que se atreven a salir a las calles para manifestarse, más el sentimiento en común, parece utópicamente genuino. El pueblo, más unido que nunca, revela un secreto a voces: la verdad innegable de nuestra desigualdad social, heredada por un modelo depredador sonriente, daba respuesta al mundo ¿Es que acaso despertamos? ¿Cuántas personas no esperaban este momento? Todas y todos desean que se establezca pronto un cambio justo. Sus rostros y cantos parecen ilusionar a cualquiera. Las llamas se multiplican por Chile bajo un mismo sentimiento pero al agitar de diferentes banderas, todas agolpadas a las faldas del monumento a Baquedano, secuestrado por hombres y mujeres, obrerxs, estudiantes, ancianxs, disidencias, artistas, padres y madres, dueñas de casa, barristas, marginadxs, protagonistas de un estallido social que emergen desde las sombras e intentan alcanzar el cielo a punta de cacerolazos, imaginando un nuevo país, más digno para la vida de todos y todas, y no para unos pocos.

Es allí, en ese lugar y en ese momento épico, donde empuño mi cámara y con mi ojo busco encuadrar en contra de la luz, sin distinguir detalles. Sobre un sol expectante de fondo, sirenas y gritos, consigo capturar la silueta de todas estas almas que utópicamente, ya no perdidas, se reconocen y abrazan sin temor, dentro de un contradictorio escenario distópico de final abierto. En la cúspide, una bandera que no para de flamear por sobre las otras se deja definir con la imagen de Víctor Jara, quien parece hacer guardia a las demandas sociales. Como un milagro, como nuestro mentor, vuelve simbólicamente para hacerse presente de nuevo en la historia. Bajo su memoria se despeja la incertidumbre y se descifra con lucidez el mensaje de lucha que ruge desde la calle. «Aquí, hermano, aquí sobre la tierra, el alma se nos llena de banderas que avanzan. Contra el miedo avanzan. Venceremos».

(*) Comunicador audiovisual.

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